En los tiempos que estamos viviendo, debido al acceso que la mayoría tiene la información a través de internet, pareciera que el pecar es más fácil. En las redes circula mucha información valiosa, pero también información que desvía nuestra atención de la senda estrecha y angosta que demarcan los convenios y las leyes de Dios. Como vivimos en un mundo caído, y estamos sujetos a las debilidades de la carne, rápidamente olvidamos los convenios que hemos aceptado al entrar en las aguas del bautismo, y para algunos también los convenios del sacerdocio y del templo. No solo la pornografía está presente, sino que, el estar varias horas al día en redes sociales o juegos online, nos priva de hacer las cosas que realmente son importantes. Recordemos que Dios desea que pongamos por obra todo mandamiento (véase Deuteronomio 8:1), es decir, no solo debemos conocer los mandamientos, sino que vivirlos, al ponerlos en acción día a día.
El pecado es una transgresión a una ley de Dios, y como Dios nos da leyes y mandamientos para nuestro bien, al pecar estamos finalmente dañándonos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos. Nos privamos de Su compañía y de las bendiciones que Él tiene preparadas para los que le obedecen.

En las Escrituras hay varios ejemplos de generaciones resistentes al pecado, pero nos centraremos en tres, y de ellos extraeremos el modelo de rectitud que funcionó para aquellas personas o pueblos. La generación resistente al pecado más conocida corresponde a los 2060 jóvenes lamanitas, cuyas madres les habían enseñado a confiar en el Señor (véase Alma 56:47-48). Otro ejemplo lo encontramos en el libro de Mosíah, aquel pueblo que escuchó al rey Benjamín, y creyeron sus palabras, y que a través del Espíritu Santo se realizó un gran cambio en ellos, de manera que ya no tuvieron más deseos de obrar mal, sino a hacer lo bueno continuamente (véase Mosíah 5:2). Y el tercer ejemplo de generación resistente al pecado, corresponde al pueblo de Enoc, quienes anduvieron con Dios (véase Moisés 7:69).

De estos tres ejemplos he podido extraer el modelo que permite lograr una generación resistente al pecado. En primer lugar, se requiere que los padres enseñen las verdades eternas, el Evangelio de Jesucristo, sus mandamientos y leyes. Después de oír la palabra, debemos ejercer gran fe en nuestro Padre Celestial y Jesucristo (véase Romanos 10:17), lo que nos lleva a reconocer nuestra dependencia de Dios y por tanto pedir Su ayuda y guía a través de la oración sincera cada día. Con todo lo anterior debemos usar sabiamente el albedrío que se nos ha dado y ser obedientes a los mandamientos de Dios.
Nosotros podemos usar este mismo patrón, de enseñar a nuestros hijos, para que desarrollen la fe en Dios y Jesucristo, que oren diariamente, y usen en forma correcta su albedrío, de manera que siempre seamos obedientes a Dios. Esa fue la clave para que las personas y pueblos fuesen resistentes al pecado, y puede ayudarnos a nosotros también, para que lleguemos a ser santos y recibir el galardón que Dios ha prometido para aquellos que hacen obras justas (véase DyC 59:23).
Sé que Jesucristo es mi Salvador, pues pagó el precio de mis pecados. Sólo tengo que arrepentirme sinceramente de mis errores y volver rápidamente al sendero estrecho que me conduce a la vida eterna. Sé que las Escrituras están llenas de enseñanzas y ejemplos poderosos que ustedes y yo podemos y debemos extraer para aplicarlos en nuestra vida, pues por ese sabio propósito fueron escritas y preservadas hasta nuestros días.